sábado, 31 de octubre de 2009

La universidad latinoamericana en la encrucijada del siglo XXI



Roberto Rodríguez Gómez (*)

Con el propósito de discernir las tendencias de cambio en los sistemas de educación superior de la región latinoamericana, en este trabajo se pasa revista a las principales dinámicas de cambio que se han derivado de las relaciones entre los modelos de desarrollo económico, las modalidades de régimen político y las propuestas de reforma de la enseñanza superior. La revisión comprende las décadas de los años ochenta y noventa del siglo XX, y, a manera de comentario final, se proponen algunos retos que, a juicio del autor, se perfilan en el panorama de las instituciones y de los sistemas nacionales de enseñanza superior en América Latina.
(*) Roberto Rodríguez Gómez es Doctor en Sociología; Secretario Académico de la Coordinación de Humanidades de la UNAM; Investigador Titular del Centro de Estudios sobre la Universidad, UNAM y Presidente del Consejo Mexicano de Investigación Educativa.

1. La educación superior latinoamericana y la transición 1980-1999

El período que se abre con los primeros años ochenta y que comprende las últimas dos décadas del siglo, ha sido interpretado por diferentes analistas como una fase de transiciones múltiples. En el plano mundial, asistimos a un reordenamiento general del sistema de poder (Vilas, 1996), así como a transformaciones fundamentales en los ámbitos de la producción material, la cultura y la organización social. Así, el ocaso del bipolarismo como eje de la distribución política mundial, la hegemonía del neoliberalismo económico, la revolución informática1y sus efectos en el mundo del trabajo y la cultura2, la globalización del intercambio y la interdependencia de los mercados financieros (Calva, 1995), la emergencia en la escena política de grupos, movimientos y organizaciones alternativos a las formas y dinámicas tradicionales de representación y conflicto, son, entre otros, rasgos que dibujan el rostro finisecular.
En esta dinámica de cambios, los sistemas de educación superior han sido receptores de exigencias renovadas, dado su papel clave en la generación y movilización de conocimientos relevantes (Castells, 1994), como en la formación de sujetos con capacidades de desempeño creativo en el nuevo entorno. De las rutas trazadas para la modernización y adecuación de estos sistemas cabe resaltar las siguientes: diversificación de tipos institucionales; funciones y fuentes de financiamiento3, descentralización y federalización; creación de instancias de regulación y coordinación (Gove y Stauffer, 1986; Neave, 1998; Gleny, 1995); vinculación productiva con el entorno; implantación de fórmulas de planeación, evaluación y rendimiento de cuentas (Godegebuure et al., 1994; Meek,et al ., 1996),actualización de las estructuras, instancias y métodos de operación del gobierno universitario (Reeves, 1997); instrumentación de mecanismos de aseguramiento de calidad (Harman, 1998); flexibilización curricular e incorporación de formas de aprendizaje a distancia, entre las más destacadas.
En América Latina la transición ha puesto de manifiesto rasgos comunes con el proceso de cambio global, pero también expresiones particulares. Ante todo, las transformaciones en materia económica se han expuesto a través de una serie cíclica de momentos de crisis-recuperación. Visto desde una perspectiva de conjunto, el período que comprende las últimas décadas del siglo se caracteriza tanto por la reforma del Estado como por la implantación de programas de ajuste que, con las particularidades de cada caso, han sido adoptados por la totalidad de los países de la región.
No obstante, los principales indicadores distributivos —la evolución del producto y de la renta per cápita, las tasas de empleo y desempleo, los índices de concentración y distribución del ingreso y los indicadores de acceso social a resolutores básicos—, son indicios de que el modelo adoptado (una especie de neoliberalismo en el subdesarrollo) ha sido incapaz de dar lugar a una recuperación del crecimiento a la vez sostenida, sustentable y capaz de atender y resolver las demandas sociales de la población.
En contraposición a esta tendencia, aunque en parte explicada por ella, los Estados latinoamericanos pasaron de regímenes autoritarios a formas de poder civil más o menos democráticas. La refundación del espacio político dio lugar a nuevas expresiones y movimientos de la sociedad civil organizada, como también reactivó la competencia entre partidos con la consiguiente diversificación de fórmulas y ofertas políticas.
La simultaneidad de estas transiciones ha hecho sentir su peso en todos los ámbitos de la sociedad, y, por supuesto las instituciones universitarias han resultado afectadas o apoyadas, según las circunstancias, por las opciones de política pública asumidas en cada caso particular. De ahí la importancia que otorgamos a revisar el desarrollo de las universidades latinoamericanas a la luz de las transformaciones experimentadas por las sociedades de la región en este período.
2. El contexto de los ochenta
En la primera mitad de los ochenta irrumpió la crisis de la deuda externa. El incremento de las tasas de interés sobre el valor del débito, la reducción de los precios de los productos primarios y la retracción de la inversión productiva constelaron un panorama negativo en la dinámica de crecimiento, que gravitaba entonces en torno al mercado de crédito internacional y sobre la venta de energéticos. Estas circunstancias auspiciaron fenómenos de fuga de capitales, devaluación e inflación, que muy pronto hicieron inviable el modelo macroeconómico gestado en la década anterior, llevando casi a la quiebra a los sectores productivos y financieros vinculados con el exterior y deprimiendo drásticamente la economía interna.
Aunque el factor que precipitó la crisis económica de los ochenta fue el repentino cambio de condiciones en que se movilizaba el sector financiero, es claro que ésta expresó también el agotamiento de los esquemas de crecimiento seguidos en los países de la región, sobre todo su desfase con los cambios estructurales que estaban teniendo lugar en las economías desarrolladas (Reich, 1993).
En estas condiciones, los programas de desarrollo nacionales se orientaron a enfrentar la crisis a través de la recuperación de la estabilidad de la balanza de pagos. La lucha contra la crisis se inició con planes de choque heterodoxos, pero su fugaz eficacia llevó a la adopción de pautas indicadas por el Fondo Monetario Internacional por medio de programas de ajuste estructural conocidos hoy como de «primera generación». De inmediato se impusieron restricciones a la inversión pública, se abogó por la racionalización del empleo burocrático y del gasto social así como por la implantación de mayores controles fiscales, a la vez que se propuso redefinir las políticas arancelarias favoreciendo la apertura comercial.
En entornos autoritarios, la adopción de estas medidas, que implicaban el recorte o cancelación de presupuestos para programas de salud, educación, vivienda, etc., la eliminación de subsidios directos a las empresas y la venta de las paraestatales, ocasionó un fuerte desgaste en la de por sí débil legitimidad de los gobiernos de facto (Bitar, 1991; Franco, 1991; Maira, 1991 y Paramio, 1991), de manera que la crisis revirtió contra los regímenes militares que hegemonizaban el poder en el Cono Sur (Garretón, 1986 y Rouquié, 1987) y en otras zonas del subcontinente. Así, las dictaduras de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay, cedieron el paso a gobiernos de transición, abriendo la posibilidad de participación política a formaciones partidistas y dando lugar a la renovación del pacto constitucional4. Al mismo tiempo, en la región centroamericana se impulsó una tendencia de pacificación que culminó con el retorno de los civiles al gobierno.
Incluso en los países que habían escapado de la oleada militar de los setenta, como México o Costa Rica, los efectos políticos de la crisis se manifestaron, sobre todo, en el relevo de las fórmulas corporativistas y patrimonialistas tradicionales por equipos tecnócratas identificados con el programa neoliberal. A primera vista, el caso mexicano aparece como sui géneris en esta transición, porque a pesar de haberse sentido con severidad el embate de la crisis y de verse confrontadas las opciones políticas dominantes y cuestionada la legitimidad del Estado en el espacio público, el partido gobernante logró hacer prevalecer su hegemonía. En México la transición política se reflejó tanto en el surgimiento de formaciones políticas competitivas como en ajustes internos del grupo gobernante (Castañeda, 1999).
Desde luego la crisis económica no fue el único factor que gravitó en la nueva configuración del escenario político, pues no puede dejarse de lado el peso de la recomposición global de fuerzas estructurada al término de la guerra de Vietnam, que culminaría simbólicamente con la destrucción del Muro de Berlín al final de la década de los ochenta. El respaldo que las potencias occidentales brindaban a las dictaduras latinoamericanas fue perdiendo fuerza en términos económicos y políticos en el transcurso de esos diez años, con lo cual los militares fueron condenados progresivamente al aislamiento internacional.
Por otra parte, a pesar de haber aplicado con docilidad los programas del FMI, los gobiernos autoritarios fueron incapaces de concretar los pactos sociales requeridos para romper el impasse de la crisis. Tanto los sectores empresariales como las clases medias y los sectores populares, se opusieron a los programas de ajuste por medio de variadas formas de resistencia. Pero lo decisivo en el desgaste del autoritarismo fue la ausencia de espacios de negociación política a través de los cuales poder establecer compromisos activos entre los actores; de esta manera, un estado de anomia política precedió y acompañó la crisis del autoritarismo.
3. La universidad de los ochenta. Reestructuración del sistema
En las circunstancias que han sido apuntadas, las universidades latinoamericanas se vieron sujetas a la acción de fuerzas y demandas contrapuestas. Por un lado, la crisis económica y los subsiguientes programas de ajuste coartaron las posibilidades de un financiamiento público extensivo, pero, por otro, la restauración democrática abrió espacios para la recuperación de las instituciones universitarias por las comunidades académicas, al tiempo que suscitó nuevas expectativas sociales hacia ellas, sobre todo en aquellos casos en que el régimen autoritario respectivo había golpeado con rudeza al sector universitario. De esta manera, en Argentina y Uruguay la ampliación de la matrícula de educación superior fue considerada como prioridad en la oferta política de los nuevos gobiernos (encabezados por Alfonsín y Sanguinetti, respectivamente). Mediante medidas de acceso no restringido en muy corto plazo, la cifra de estudiantes se multiplicó hasta alcanzar niveles sin precedentes. En el caso de Argentina, se pasó de una matrícula de medio millón de estudiantes en 1983 a más de un millón al final de la década; y en Uruguay, de treinta mil a noventa mil alumnos en el mismo período, con lo cual se alcanzaron proporciones de cobertura de la demanda potencial similares a las de los países europeos, es decir, en torno al 40% (véanse los cuadros 2 y 3). En este mismo esquema cabe citar el caso de Bolivia, que entre 1982 y 1990 pasó de una matrícula de sesenta mil a más de cien mil inscritos.
Otros casos en los que se logró mantener o aún incrementar la tasa de crecimiento de los setenta fueron Colombia, Chile, Perú, y en menor medida Venezuela, pero, a diferencia de los anteriores, la expansión se puede explicar casi exclusivamente por la liberalización de la enseñanza superior en el segmento privado.
En el otro extremo cabe recoger los casos en los que las restricciones del gasto público en el ramo educativo superior implicaron un crecimiento discreto, casi estacionario, en comparación con el impulso de los períodos precedentes. Así, en Brasil y México se mantuvieron tasas de crecimiento entre el 1 y el 2% anual, lo que contrasta sobremanera con los niveles de 10% de los años sesenta y setenta en estos mismos países.
Así, aun cuando los procesos de crisis económica y transición democrática alcanzaron perfiles regionales, los datos diferenciales de crecimiento de la matrícula superior en los ochenta hablan de una cierta heterogeneidad en las estrategias para el desarrollo de la enseñanza universitaria; no obstante, algunos rasgos se dibujan como pautas de convergencia, en particular aquellos que atañen a la gestión del sistema como tal.
Durante los años ochenta, y en mayor medida en la década siguiente, la contracción económica general así como las pautas neoliberales que ordenaron el enfrentamiento de la crisis, repercutieron en los sistemas de enseñanza superior dando lugar a una serie de tendencias disruptivas del cuasi monopolio que el Estado ejercía sobre la oferta universitaria. Las dificultades para proseguir el ritmo de crecimiento que exigía la demanda se enfrentaron a través de la liberalización del mercado de los estudios superiores, al permitir a la iniciativa privada ampliar su participación en el sector. Este fenómeno ocurrió de forma concomitante con los procesos en curso de especialización y diversificación dentro de los sistemas de enseñanza superior, de modo que:
• • En algunos casos la especialización ocurrió gracias al fortalecimiento de determinados grupos de carreras o áreas dentro de las propias universidades o por medio de la creación de establecimientos con una oferta educativa precisa. A través de esta pauta de desarrollo los sistemas educativos superiores tendieron a diferenciarse internamente valiéndose de su oferta disciplinaria: escuelas de ingeniería y tecnologías, institutos superiores de enseñanza normal, establecimientos especializados en disciplinas de la salud, escuelas superiores de comercio, administración y negocios, entre otras, e incluso por ramas de actividad profesional específicas: escuelas superiores de enfermería, de informática, de negocios, de artes aplicadas, etc.
• • Del mismo modo, algunos establecimientos universitarios privados tendieron a especializar su oferta (o fueron creados a tal efecto) bajo la forma de escuelas de elite en el doble sentido de la expresión: con enseñanza de calidad y adecuada a los requerimientos del sector moderno de la economía, y como un habitat social propicio para la toma de contactos útiles en el futuro profesional.
• • Asimismo, se afianzó el denominado sector «no universitario», esto es, el conglomerado de escuelas superiores orientadas a satisfacer la demanda que las universidades públicas no estaban en condiciones de absorber (por problemas de cupo) o que no podían solventar los costos del segmento privado elitista. Durante los años ochenta y noventa proliferaron estos establecimientos, con mínima supervisión y evaluación de parte de las instancias educativas gubernamentales.
Además de la reestructuración derivada de los procesos de diversificación, especialización y segmentación social de las universidades, una de las transformaciones más características del período tuvo lugar en el plano de la cultura organizadora, cuyo rasgo central está representado por el pasaje de las formas convencionales de planeación por objetivos hacia fórmulas de programación fundadas en evaluaciones ex-post. Paulatinamente, la cultura de la evaluación se fue adueñando del espacio en que opera la gestión de las universidades. En la década de los noventa los procesos de evaluación llegarían a desempeñar un papel de primer orden en la promoción de niveles de desempeño y productividad considerados como deseables, y se aplicaría tanto a los establecimientos como a las distintas comunidades que conducen y participan en la vida universitaria. La evaluación cobró este sentido al relacionarse con los procesos de asignación presupuestaria en sus varios niveles: asignación de fondos para las instituciones, los proyectos y programas, las becas, los incentivos y salarios, entre otros (Brunner, 1993).
Por una reforma de gran alcance, la educación superior chilena marcó pautas en el camino que seguirían posteriormente los sistemas universitarios de Latinoamérica. La reforma de 1981, en pleno régimen de Pinochet, tuvo como pivote la diversificación y diferenciación de las entidades de enseñanza postsecundaria (universidades, institutos profesionales y centros de capacitación), la apertura de posibilidades para que la empresa privada ofreciera opciones de enseñanza superior, y, en general, el acotamiento de la participación del Estado en el financiamiento de las instituciones públicas. Al final de la década, y por efecto de estas medidas, la mitad de la matrícula total se concentró en establecimientos privados (Brunner y Briones, 1992; Wolff y Albrecht, 1992). Horas antes de dejar el poder (el 10 de marzo de 1989), la Junta de Gobierno promulgó la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (nº 18.962), heredando el gobierno encabezado por Aylwin el marco legislativo que modularía la reforma universitaria del gobierno de transición (Berchenko, 1998).
La diferenciación intrasistémica, acentuada por el proceso de privatización, se desarrolló gradualmente a todo lo largo de la década, primero en Brasil y Chile, después en Colombia y Venezuela, y al final de ésta se manifestó como una pauta dominante (García Guadilla, 1998), que en los noventa sería adoptada por la mayor parte de los países de la región. A pesar de que la liberalización de la oferta representó una significativa posibilidad de que los sistemas pudieran dar respuesta a las crecientes demandas de la juventud, pronto se comenzaron a advertir problemas de saturación, credencialismo y sobre todo deficiencias en la calidad de la educación, por lo cual el tema del control de calidad (supervisión de establecimientos, rendimiento de cuentas, acreditación de egresados, entre otros) surgió con insistencia desde el inicio de los años noventa.
En el plano de la relación entre oferta y demanda universitaria, la tendencia que se dibuja en los años ochenta corresponde a una mayor concentración en torno a las carreras asociadas al sector de los servicios y a las profesiones típicas del empleo asalariado. En contraposición, se advierte una tendencia negativa en el desarrollo de la matrícula de las profesiones liberales y de las carreras de ciencias básicas y de ciencias sociales. En el área de las carreras tecnológicas la pauta es muy similar: las preferencias se orientan hacia las áreas de tecnología «suave» (sobre todo ingeniería electrónica e informática) y no a las tecnologías «duras» (civil, mecánica, eléctrica, etc.) y, del mismo modo, se abren paso planes de estudio en tecnologías de servicio (Rodríguez Gómez, 1995). Desde luego, este fenómeno, que Schugurensky (1998) describe como «vocacionalización» de las preferencias, sigue de cerca los procesos de cambio del modelo de desarrollo y las transiciones del mercado laboral, en el cual la preeminencia de los servicios, o terciarización económica, denota la significativa pérdida de presencia de los sectores primario e industrial en la estructura del producto interno bruto.
Sin embargo, al tiempo que las preferencias vocacionales de los estudiantes se orientaban hacia la rentabilidad inmediata de la formación profesional en el mercado de trabajo, las universidades públicas fueron consolidando sus estructuras de investigación y postgrado (Kaplan, 1987, Vessuri, 1997). Parte de este fenómeno se explica como fructificación de los procesos de reforma académica emprendidos desde los años setenta, por la profesionalización académica y por el papel casi monopolístico que desempeñan las universidades públicas en los procesos de desarrollo científico de la región; pero además, este proceso fue apoyado por la acción de organismos nacionales coordinadores y gestores de financiamiento a proyectos de ciencia y tecnología, y por un fenómeno coyuntural: el retorno de cuadros académicos exiliados durante el intervalo autoritario.
En suma, para las universidades latinoamericanas la década de los ochenta fue un escenario de intersección, en el que las presiones de la demanda social, las posibilidades abiertas por la democratización, las restricciones financieras planteadas por la reforma del Estado, y las señales indicadas por la transformación de la educación superior en el mundo desarrollado, modelaron un perfil de cambios en el que sobresalen las tendencias de diferenciación de ofertas, la multiplicación de funciones y tareas, la redefinición de las relaciones Estado-universidad, y de replanteamiento de las relaciones universidad-sociedad.
4. El contexto de los noventa
El panorama económico y político de la década de los noventa puede ser descrito, por un lado, en función de la generalización regional de políticas de corte neoliberal, pero, por otro, por un cierto desencanto acerca de la efectividad de estas fórmulas. Así, si en la primera mitad de la década los síntomas de recuperación macroeconómica alentaron expectativas de estabilización tanto económica como política, en la segunda se hizo manifiesta la vulnerabilidad de la estrategia adoptada ante las turbulencias del mercado financiero internacional (Chapoy, 1998). En ese contexto, las preferencias electorales ya no se centran en favorecer las propuestas «modernizadoras» sino en el voto en favor de ofertas centristas, generalmente de tipo socialdemócrata, o bien hacia formaciones de corte autoritario-populista.
En efecto, entre 1990 y 1995 las economías latinoamericanas en conjunto observaron una tendencia de crecimiento del orden de 3.4% anual, con un tope del 5% en el año 1994. En este índice de recuperación incidió de forma determinante la inversión extranjera en los mercados de valores, aunque también jugaron un papel importante las políticas de austeridad adoptadas. Nuevos créditos comenzaron a fluir a la región, aunque condicionados por la aplicación de los programas de ajuste estructural de «segunda generación».
En algunos casos, entre los que sobresale el chileno, la recuperación hizo posible el reposicionamiento de los sectores productivos, orientándolos a la exportación de básicos y de algunas manufacturas; en otros, las políticas de privatización de las empresas y sectores en manos del Estado trajeron consigo una reactivación de los flujos de circulante y la promoción del mercado interno. La aplicación de medidas estrictas para la estabilización de la inflación, la balanza de pagos y la paridad cambiaria, contribuyó a volver atractiva la zona para la inversión extranjera en las bolsas de valores; asimismo, la liberalización arancelaria y, en general, de la reglamentación sobre la inversión directa, auspiciaron el ingreso de firmas internacionales en los mercados locales (bajo la forma de maquilladoras, filiales, alianzas, franquicias, etc.) con efectos positivos, si bien discretos, en el mercado de trabajo no especializado.
No obstante, y a raíz de la devaluación del peso mexicano en 1994, una nueva racha de inestabilidad acotó las posibilidades de recuperación (Guevara, 1998). En la segunda mitad de la década, sucesivas crisis de corto plazo han mostrado la volatilidad del capital financiero y su inviabilidad como motor del desarrollo económico de la región. Las recientes crisis financieras de Brasil y Ecuador, ambas en 1999, no hacen sino ratificar esta tendencia. En el curso de los noventa, una nueva generación de reformas neoliberales, menos agresivas que los planes de choque pero con pretensiones de mayor cobertura en ámbitos como el laboral, el educativo, la producción y los servicios, comenzó a reemplazar los programas de ajuste prescritos en la década anterior, tal como indica el propio Banco Mundial: «La elevación de las tasas de ahorro interno, el estímulo a la inversión privada en infraestructura, la reforma de los códigos laborales y de los sistemas educativos, y la desregulación y desburocratización de los gobiernos regionales, están ahora al tope de la lista de prioridades» (Burki y Edwards, 1996. apud. Sotelo, 1996:7).
En el ámbito del empleo, las pautas de desarrollo seguidas en los noventa se tradujeron en una contracción relativa de la ocupación en los sectores primario y secundario, mientras que el terciario continuó recogiendo la demanda laboral emergente. Este panorama de crecimiento económico del producto sin un crecimiento correlativo del empleo (jobless growth), tendió a compensarse gracias a una leve mejoría de la productividad laboral media; aunque como saldo final de la relación entre el indicador de crecimiento del producto (del orden del 3.7% anual en la década) y el de la tasa de ocupación (2% anual, cifra inferior al crecimiento demográfico de la PEA regional en los noventa) derivó en una significativa pérdida de la elasticidad empleo-producto (Weller, 1998:13).
Frente a los efectos de las crisis que genera la globalización de los circuitos financieros, los gobiernos latinoamericanos han optado por articular estructuras de cooperación intrarregionales. En el curso de la década la actividad en este campo ha sido especialmente notable; no sólo la iniciativa MERCOSUR ejemplifica este movimiento, sino que en él se encuadra también la reactivación de ALADI y la formación de conglomerados regionales en Centroamérica, el área andina y la zona circuncaribe (Rodríguez Gómez, 1998).
No obstante, al final de la década de los noventa es manifiesto que la estrategia de desarrollo adoptada ha sido incapaz de resolver de forma satisfactoria y sostenible los problemas económicos y sociales de los países latinoamericanos. Por el contrario, dicho modelo ha generado un mayor desequilibrio en la distribución de la riqueza y en las oportunidades sociales; así, por ejemplo, mientras que el producto interno bruto regional logró repuntar en ese período, los indicadores distributivos mostraron también una mayor concentración de la riqueza en el segmento económico superior. De la misma manera, la estructura del empleo prevaleciente expresa la incapacidad de esta política económica para crear nuevos empleos, al punto que en la actualidad, en la mayor parte de los países de la región, menos del 50% de la PEA cuenta con un trabajo asalariado y, como consecuencia, con escaso o nulo acceso a los servicios de provisión social en manos del Estado o de la iniciativa privada.
En el continente el flujo migratorio sur-norte se acrecienta año tras año, debido a las condiciones de pobreza de una creciente proporción de la población, en gran parte jóvenes que carecen de posibilidades para lograr una inserción real en el sistema de oportunidades sociales. Este proceso, así como el incremento de fenómenos como el narcotráfico, la violencia rural y urbana o las expresiones de protesta de diversos grupos sociales, difícilmente pueden interpretarse al margen de las tendencias de polarización y exclusión social que ha originado el neoliberalismo latinoamericano.
5. La universidad de los noventa. Procesos de cambio y nuevos desafíos
Esta búsqueda de alternativas para la recuperación del desarrollo encuadra las transformaciones de los sistemas de educación superior en América Latina en los noventa. En parte el período se distingue por la consolidación de tendencias iniciadas en el decenio anterior, pero también por el replanteamiento de las soluciones experimentadas y la búsqueda de respuestas a los desafíos que aparecen en el panorama.
En la definición de una nueva agenda de cambios, la presencia de organismos internacionales como el Banco Mundial (Salmi, 1998, Coraggio, 1996 y Mollis, 1996), el Banco Interamericano de Desarrollo y, en el caso mexicano, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)5, está desempeñando un papel sin duda relevante. Más allá de los efectos objetivos que estén registrándose por efecto de la aplicación de las recomendaciones de estos Organismos, los cuales, dicho sea de paso, hace falta evaluar en sus dimensiones y alcances reales6, parece asomar un nuevo patrón de convergencia de modelos de desarrollo universitario, que se manifiesta por procesos como el apuntalamiento del sector de formación tecnológica superior, la vinculación de las instituciones de enseñanza superior con empresas y gobierno, la participación cada vez más reducida del Estado en el patrocinio de las universidades públicas, y la generalización de procesos de evaluación y rendición de cuentas. A ello cabe añadir los cambios normativos en el ámbito de la educación superior en cada realidad nacional. A partir de la reforma chilena de 1980-81, en los noventa se han concretado modificaciones significativas en las normas de los sistemas de Bolivia, Brasil, Colombia, Venezuela, y más recientemente en Argentina.7
Una de las vertientes de cambio universitario se deriva de la valoración de los efectos que tuvieron las reformas implantadas por los primeros regímenes democráticos durante los años ochenta. El caso argentino ilustra esta tendencia: por iniciativa del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) y de la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Cultura y Educación, el gobierno justicialista de Carlos Saúl Menem realizó el primer censo universitario entre octubre y noviembre de 1994. El censo constató, entre otros aspectos, que el 42% de los alumnos abandonaba la universidad en el primer año, y que apenas un 19% de los inscritos lograba graduarse; asimismo se concluyó que, por efecto de la expansión, se había sobredimensionado el cuadro docente (Méndez y Gutiérrez, 1997). Los resultados del censo dieron pie a una renovación legislativa mayor, plasmada en la Ley de Educación Superior 24.521, sancionada el 20 de julio de 1995, primera en Argentina que regula el funcionamiento de la educación superior en su conjunto.
En Brasil la promulgación de la Lei de Diretrizes e Bases da Educação Nacional,8también denominada ley «Darci Ribeiro», aprobada el 20 de diciembre de 1996, sistematizó un conjunto de pautas de reforma universitaria desplegadas desde finales de los años ochenta. En particular, reconoce los procesos de evaluación como instrumentos fundamentales para la acreditación de estudiantes, profesores y de las propias instituciones; establece normas sobre la formación docente, sobre el perfil académico de las universidades públicas, sobre la transferencia estudiantil y sobre la acreditación de estudios en el extranjero, y fija la obligatoriedad de la asistencia de alumnos y profesores a los establecimientos (salvo el caso de los programas de educación a distancia). Además, esta ley fija un marco mayor para la autonomía de las universidades públicas en el sentido de impulsarlas a obtener y gestionar recursos adicionales a los fondos públicos que las subsidian, que en favor de la autogestión académica (cfr. Silva y Sguissardi, 1999; Fávero, 1999).
En la década de los noventa la privatización de la enseñanza superior alcanzó niveles muy notables en toda la región y a un ritmo muy acelerado. En el transcurso de la década, la proporción de estudiantes matriculados en universidades privadas pasó de un 30 a más del 45%, lo que hace suponer que en la frontera del 2000 la proporción de estudiantes en establecimientos privados sea equivalente a la de los establecimientos públicos, lo que hará —y de hecho está haciendo— que Latinoámerica cuente con una de las mayores proporciones de estudiantes universitarios dentro de la opción privada en el mundo.
La gran expansión del sector privado se ha realizado sobre la base de una multitud de pequeños establecimientos, que, si bien ofrecen enseñanza de nivel profesional, carecen, por regla general, de estructuras de postrado y de investigación. Debe hacerse notar que no todas las instituciones de enseñanza superior pública en América Latina pueden ser clasificadas como «universidades de investigación», es decir, como instituciones que cumplen realmente con las funciones de docencia, investigación y difusión. De hecho, la proporción de la matrícula total que actualmente se encuentra inscrita en instituciones de este tipo apenas alcanza el 15% del total (según datos de García Guadilla, 1996:36).
Como complemento de esta norma de privatización, las propias entidades públicas se han visto compelidas a diversificar sus fórmulas de financiamiento, bajo la hipótesis de corresponsabilidad con el Estado: cobro de cuotas de admisión y colegiaturas, venta de productos y servicios, vinculación con el aparato productivo, concurrencia sobre financiamientos concursables, entre otras.
Ahora bien, al tiempo que las universidades comienzan a operar en un marco de recursos limitados (lo cual implica sin duda la ruptura de ciertas inercias y una más cuidadosa programación y distribución del gasto), encaran el desafío de cumplir un papel clave en la formación de sujetos y cuadros capaces de actuar dentro del nuevo escenario de competencias, saberes y destrezas. A la orden del día está la reforma académica que haga posible la formación permanente y la actualización de los profesionales, así como la renovación de la tercera función académica de la universidad: difundir la cultura y extender socialmente los resultados y productos de la investigación universitaria.
6. Consideraciones finales
Las universidades públicas, instituciones que se identifican y valoran por su legítima vocación en favor del descubrimiento, la creación y la comunicación de conocimientos sobre la materia, la naturaleza, la sociedad y el ser humano, habrán de jugar un papel decisivo dentro de las transformaciones requeridas para acceder al siglo XXI en condiciones de fortaleza económica, estabilidad social y régimen democrático.
En este sentido, la función de liderazgo académico se convierte en central al apreciar el trascendente papel de la institución en la formación de futuras cabezas en los distintos campos y dominios de actividad, en sus posibilidades de crear conocimientos e innovaciones útiles para la producción y los servicios, así como en su labor de orientación —en términos de transmisión de racionalidad pero también de valores y actitudes— hacia los grandes sectores de la población y del gobierno. Es preciso agregar que, en el futuro, la actualización de sus funciones académicas depende, en buena medida, de las relaciones y pactos que pueda establecer la institución con la sociedad en general y con el Estado para allegarse los medios que garanticen el nivel de calidad académica que se busca sostener e incrementar.
La sustentabilidad financiera no es un fin en sí misma, pero es un requisito en el que inevitablemente se asientan las posibilidades de avanzar al ritmo que marca la dinámica del conocimiento y las crecientes exigencias del mercado profesional. De otra forma se corre el riesgo del estancamiento y, a la postre, de la inviabilidad como vanguardia de los procesos de modernización. Desde su propio movimiento académico, la universidad pública necesita de recursos crecientes para estar a la par con otros centros de estudio en materia de investigación y desarrollo, así como para atender a las innovaciones en el campo de la transmisión de conocimientos.
En estos momentos la complejidad del escenario internacional y las también complejas demandas del entorno regional, proponen a la universidad pública grandes retos: contribuir a que los países cuenten con las capacidades científicas y tecnológicas suficientes para competir en una economía mundial globalizada; crear los cuadros profesionales y técnicos que la renovación de las estructuras de producción y de servicios del país está requiriendo; participar en el debate sobre temas que son cruciales para definir las opciones de política económica, de modelos de desarrollo social, de gobierno y participación ciudadana, entre otros. También le compete a la universidad de hoy anticipar y apoyar procesos de cambio en aspectos tales como la dinámica poblacional, el empleo, la distribución de los servicios de salud y educación, la impartición de justicia y el respeto a los derechos humanos, la preservación del medio ambiente y el patrimonio cultural nacional, por citar algunos ejemplos.
Estas exigencias requieren que la universidad cuente con los recursos, instrumentos y espacios que le permitan cambiar y renovarse de forma continua, pero también conservar el rigor, la originalidad y la inteligibilidad organizada y sistemática de la producción de conocimiento, así como la especialización y la capacidad para la formación profesional y ciudadana. Preservar su misión y cumplir con sus compromisos sólo es posible con una vigorosa y fortalecida vida académica, que ofrezca garantía sobre las destrezas y competencias que adquieren sus alumnos y sobre su trabajo de investigación. De esta manera, la universidad tiene que disponer de una organización que le permita, al mismo tiempo, incorporar los avances científicos y satisfacer las necesidades que implican los procesos de cambio social. En el terreno docente, esta idea se traduce en la obligación universitaria de proporcionar una formación que permita procesos de adaptación permanente a las exigencias que imperan en el mundo del trabajo, concordante con los avances de la ciencia, la tecnología y el pensamiento crítico sobre la sociedad y la cultura. Además, está comprometida en procesos de formación permanente y actualización de su planta académica, así como con la educación continua de sus egresados.
Notas
(1) El término hace referencia al papel cumplido por el desarrollo computacional en la integración del conjunto de campos tecnológicos (nuevos materiales y energías, control numérico, biogenética, telemática, robótica, etc.) característicos de la producción basada en la utilización intensiva de conocimiento.
(2) Los efectos de la automatización, y en particular de la informática en el mundo del trabajo, constituyen tema de un amplio debate (cfr. Hyman, 1998); es claro, sin embargo, que la introducción de alta tecnología en las líneas de producción se ha acompañado de cambios importantes en la organización del trabajo y en la demanda de competencias laborales. Por otra parte, en el ámbito de la distribución y en los servicios la generalización de herramientas y procesos informáticos se aprecia como una pauta dominante; asimismo, la introducción de la computadora en el hogar y en la escuela ha hecho de este instrumento parte de la cotidianidad de los individuos. Para apreciar la velocidad de esta transformación, recuérdese que IBM puso el primer computador personal (PC) en el mercado en 1981.
(3) La bibliografía sobre este tema es muy extensa. Para una actualización del debate puede consultarse el número de marzo de 2000 que la revista Higher Education Policy (Pergamon, Oxford, vol 13 núm. 1) dedica a la problemática de la diversificación y diferenciación de los sistemas de educación superior.
(4) En el caso brasileño, el Congreso se erigió en Asamblea Nacional Constituyente en 1987, dos años después de la entrega del gobierno por los militares; en 1988 se aprobó la Constitución de la Nova Republica. En Argentina, la iniciativa de llevar a cabo la reforma constitucional no se produjo hasta 1994, en que el presidente Menem convocó una Convención Constituyente. Cfr. De la Garza, 1999.
(5) Véase OCDE, 1997, que contiene el estudio del Organismo sobre la educación superior en México. Un análisis de este documento puede verse en Guevara, 1998.
(6) El debate en torno a la presencia de estos Organismos internacionales en las políticas de educación superior en América Latina ha sido, casi siempre, un debate con tintes políticos e ideológicos bastante señalados; sin embargo se carece de investigaciones que pongan de manifiesto en qué extensión y con qué resultados las propuestas del Banco Mundial y de otras agencias han sido implementadas en este campo.
(7) En Argentina se aprobó la Ley de Educación Superior (1995) que otorga a las universidades plena autonomía administrativa y en la asignación de recursos internos, gestión de personal y selección de estudiantes; se autoriza el cobro de colegiaturas en las entidades públicas; se establece un marco común para los sectores público y privado a través de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU), entre otros aspectos. De forma concomitante, ese mismo año el Banco Mundial autorizó un financiamiento de 240 millones de dólares como base para el Fondo para el Mejoramiento de la Calidad Universitaria (FOMEC). El texto de la Ley puede verse en la dirección de la Secretaría de Políticas Universitarias (http://www.spu.edu.ar/homespu/home.htm).
(8) El texto completo de la LDB puede consultarse en el sitio: http://www.ufba.br/ldb.html.
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La extensión como factor orientador * (Carlos Sozzani)



La pertinencia como concepto rector

Un concepto que nos resulta particularmente relevante a la hora de rediseñar el modelo universitario es el de pertinencia, que tiene que ver con la valoración de la intervención activa de la universidad en el proceso de reconstrucción de la sociedad en sus distintas dimensiones: económica, social, cultural y política. Se relaciona también con “… un estrecho acercamiento entre los que producen conocimiento y los que se apropian de él, es decir, la comunidad de pertenencia de la universidad.” (1)

La pertinencia no debe entenderse como la subordinación a los requerimientos de coyuntura que derivan de las demandas del “mercado”; por el contrario, debe comportar un componente de visión y de orientaciones de largo plazo en objetivos y necesidades societales.

Comprender que la educación superior debe legitimar su razón de ser y sus actividades en función de las necesidades, demandas y aspiraciones de las sociedades de las que forman parte, implica desarrollar una cultura en la cual se reconozca que es la sociedad la que determina las prioridades y necesidades, y no la academia de manera unilateral. (2)

En este sentido, entendemos que los objetivos del sistema universitario deben articularse con los grandes lineamientos nacionales, los cuales podemos resumir, en una primera aproximación, de la siguiente manera:

• El desarrollo socioeconómico sustentable del país.
• La expansión de un sector productivo competitivo internacionalmente.
• El mejoramiento de la calidad de vida y la solución de las necesidades de la población.
• El aprovechamiento de las oportunidades que aparecen en la Sociedad del Conocimiento y la generación de nuevas oportunidades.
• La construcción de un Estado fuerte, conductor, promotor y protector.
• La reducción sustancial de los desequilibrios regionales y de la inequidad en la distribución del ingreso. (3)

El Plan Estratégico Bicentenario (4), elaborado por la SeCyT en base a diversas propuestas de prioridades para la investigación, provenientes de las Bases para un Plan Estratégico en Ciencia, Tecnología e Innovación, de Foros de Competitividad sectoriales y regionales realizados en distintas áreas ministeriales y de los acuerdos institucionales celebrados con diversas Secretarías de Estado, así como de otros sectores públicos y privados, seleccionó un conjunto de prioridades estratégicas. Algunas de ellas se enfocan hacia Áreas-Problema-Oportunidad, otras a Áreas Temáticas disciplinarias.

Áreas-Problema-Oportunidad:

a) Marginalidad, discriminación y derechos humanos.
b) Competitividad de la industria y modernización de sus métodos de producción.
c) Competitividad y diversificación sustentable de la producción agropecuaria.
d) Conocimiento y uso sustentable de los recursos naturales renovables y protección del medio ambiente.
e) Infraestructura y Servicios de Transporte.
f) Infraestructura energética. Uso racional de la energía.
g) Prevención y atención de la salud.
h) Políticas y gestión del Estado.
i) Política y Gestión Educativa.

Estas Áreas-Problema-Oportunidad corresponden a problemas del desarrollo productivo y social y a oportunidades emergentes en la producción de bienes y servicios, en los que la investigación científica y el desarrollo de tecnologías, fundamentalmente las llamadas emergentes, pueden aportar soluciones y/o nuevas perspectivas.

A su vez, las Áreas Temáticas prioritarias por disciplina son:

1. Biotecnología
2. Matemática Interdisciplinaria
3. Tecnología de la Información y las Comunicaciones
4. Educación
5. Trabajo, Empleo y Protección Social
6. Violencia Urbana y Seguridad Pública
7. Recursos Mineros
8. Tecnologías Biomédicas
9. Recursos del Mar y de la Zona Costera
10. Nanotecnología
11. Energía
12. Medio Ambiente y Remediación de la Contaminación Ambiental
13. Estado y Sociedad y Calidad de Vida
14. Agroindustrias y Agroalimentos
15. Microelectrónica
16. Materiales
17. Tecnología Espacial
18. Tecnología Nuclear


Autonomía científica o soberanía cognitiva

El concepto de pertinencia se encadena con el de autonomía científica o soberanía cognitiva, esto es con superar la dependencia cultural, científica y tecnológica, con perfilar modelos de producción de conocimiento propios acordes a nuestras necesidades de desarrollo. En función de esto, la universidad debe atender a las necesidades de las mayorías y dejar de buscar legitimación en la comunidad científica internacional. (5)

En palabras de Renato Dagnino: “Hay que dejar de creer ingenuamente en la versión tecnológica de la teoría del derrame que promete el desarrollo de tecnologías a cualquier costo con la esperanza de un derrame tecnológico para todos cuando ese derrame nunca llega: hoy los sin techo siguen construyendo sus casas como se hacía en la antigua Babilonia, o encaran sus cultivos con tecnologías extremadamente ineficientes y poco intensivas. Como en el hemisferio norte la población no ha crecido y no se encuentran con grandes problemas habitacionales no se ocupan de estas cuestiones, en cambio acá si es un grave problema y como reproducimos sin criticar las agendas científicas del norte seguimos dándole la espalda a las necesidades de la población.” (6)

Arturo Jauretche, en Los Profetas del Odio y la Yapa, también criticó el modelo de universidad dependiente: "Una Universidad Argentina de esta naturaleza, sólo será argentina por su radicación geográfica, y el lógico producto de esa Universidad serán los contadores que manejan las cifras y los asientos falsos de las empresas, los doctores en ciencias económicas que distribuyen las doctrinas de encargo que se importan, los filósofos e historiadores que adecuan el pensamiento y la versión de la historia conveniente a esos mismos intereses, los ingenieros que planifican y construyen sin vincular su obra con el destino nacional, los médicos que curan a los enfermos sin buscar las raíces económicas y sociales de los males, y los abogados y jueces que consolidan la estructura jurídica de la dependencia. El país necesita una Universidad profundamente politizada; que el estudiante sea parte activa de la sociedad y que incorpore a la técnica universalista la preocupación de las necesidades de la comunidad, el afán de resolverlas, y que, por consecuencia, no vea en la técnica el fin, sino el medio para la realización nacional." (7)

En la ponencia “Bases para una Política Nacional de Tecnología y Ciencia”, presentada en la Facultad de Ingeniería de la UBA, en diciembre de 1973, Varsavsky propuso: “En un país dependiente y con graves problemas sociales, esta ciencia funcional cuyos temas son motivados directa o indirectamente por problemas tecnológicos, es de lejos la más importante. Ni sus temas, ni sus métodos, ni la actitud social de sus trabajadores, coincidirán mucho con lo sancionado y aprobado por las grandes instituciones científicas del hemisferio norte que hasta ahora nos han servido de modelo. Señalamos como ejemplo, que una Universidad abierta al pueblo y organizada por grupos de investigación y trabajo más que por cátedras, puede encarar, con esos recursos humanos, problemas científicos de una amplitud nunca vista, sobre todo los que requieren la integración de grandes volúmenes de información interdisciplinaria o la multiplicación numerosa de experimentos sencillos. Es probable que estas diferencias de temas, métodos y actitudes vayan gradualmente conformando un ‘estilo científico’ que merezca llamarse Ciencia Nacional.” (8)


La extensión universitaria como elemento orientador

A partir de todo esto y a fin de cumplimentar el principio de pertinencia y comenzar a construir una verdadera autonomía científica o soberanía cognitiva, consideramos que el centro de gravedad o el esfuerzo principal de nuestra estrategia hacia la construcción del nuevo modelo universitario, debe ser la extensión, la más desvalorizada de sus funciones en los últimos años. Esto no implica relegar las otras dos funciones, docencia e investigación, sino comprender que el vínculo dialéctico que debe imperar entre las tres, debe en este momento ser reactivado a partir de la energía social y la conciencia nacional que permiten poner en marcha el nuevo proyecto de país. “De este modo, las funciones de la universidad y las necesidades sociales se retroalimentan en una relación dialéctica que permite miradas más significativas a la problemática social como objeto de investigación y la adecuación de las propuestas de formación a dichas demandas.” (9)

Renato Dagnino, en este sentido, propone el concepto de exvestigación, construir conocimiento “hacia afuera”, junto a los estudiantes y los movimientos sociales, un conocimiento orientado hacia los problemas. (10) Esto permitirá diseñar una política científica y tecnológica propia, que atienda a nuestras necesidades y que valorice las funciones de extensión como creadoras de conocimiento, contra aquellas concepciones de evaluación académica que sólo privilegian la contabilización de artículos en revistas internacionales.

Por todo esto, el nuevo modelo universitario no puede surgir sino de un intenso vínculo con el proceso de transformaciones abierto en nuestra patria. Porque, como escribió José Martí en Impresiones de América: “… al mundo nuevo corresponde la Universidad Nueva…”

Notas:

(1) Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, Secretaría de Políticas Universitarias, Desatando nudos entre las instituciones de Educación Superior y la Sociedad, Gestión J. C. Pugliese, p. 115.
(2) Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, Secretaría de Políticas Universitarias, Desatando nudos entre las instituciones de Educación Superior y la Sociedad, Gestión J. C. Pugliese, p. 86.
(3) Proyecto de Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Año 2004, SeCyT.
(4) Plan Estratégico Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación “Bicentenario” (2006-2010), SeCyT.
(5) Entrevista a Renato Dagnino, especialista en política científica, La Universidad es disfuncional a la sociedad y al país, por Carlos Borches, martes 3 de diciembre de 2002, en http://www.fcen.uba.ar/prensa/noticias/2002/opinion_03dic_2002.html
(6) Idem.
(7) A. Jauretche, Los Profetas del Odio y la Yapa. La colonización pedagógica. A. Peña Lillo Editor. Capital Federal, Octubre 1992, p. 196-197.
(8) O. Varsavsky, “Bases para una Política Nacional de Tecnología y Ciencia”, ponencia leída en la Facultad de Ingeniería de la UBA, diciembre de 1973, en Lezama, Número 8, noviembre de 2004.
(9) A. S. Saravia y M. T. Álvarez, “La UNSa entre el nivel académico y el aislamiento social. Las funciones de investigación y extensión en las universidades”, en Desatando nudos entre las instituciones de Educación Superior y la Sociedad, Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, Secretaría de Políticas Universitarias, Gestión J. C. Pugliese, p. 279-280.
(10) R. Dagnino, Construindo uma Universidade sustentável, social e economicamente includente, Dep. de Política C&T Unicamp, powerpoint en www.cori.unicamp.br/IAU/arquivos/dagnino.ppt

Apuntes sobre el origen y evolución de la Extensión Universitaria en América Latina



1. Introducción
2. Desarrollo
3. Conclusiones
4. Bibliografía
Influencia de algunas teorías educativas contemporáneas en este proceso
Resumen
En este trabajo, analizamos la relación de algunas teorías pedagógicas contemporáneas en la evolución del proceso de Extensión Universitaria en América Latina. Se refleja en él la existencia de cuatro etapas en este proceso evolutivo. A partir de la primera etapa, denominada de aislamiento, donde las universidades se caracterizaban por una enseñanza escolástica, estas fueron transitando por un proceso de integración con la sociedad, condicionado por las propias necesidades de desarrollo socioeconómico de los países.
Paulatinamente se generó la conceptualización de la Extensión Universitaria, para garantizar la sistematicidad y coherencia de su función social, hasta llegar hasta los momentos actuales, donde el proceso extensionista juega un papel fundamental en el proceso integracionista sobre todo de las de las naciones latinoamericanas, donde las ideas progresistas de los movimientos independentistas que se desarrollaban tuvieron su reflejo en la finalidad con que se concibió la extensión universitaria desde sus inicios, el cual ha tenido su sustentación en diferentes teorías pedagógicas de bases filosóficas diversas, donde se destaca la Pedagogía cubana, con un carácter eminentemente humanista, en aras del desarrollo integral de la sociedad.
Introducción
Desde el surgimiento de las universidades en el mundo, los procesos que en ellas se desarrollan han pasado por una evolución continua hasta nuestros días.
En los países de América Latina, desde la época de la escolástica el proceso educativo ha transitado desde la mera especulación sobre "verdades absolutas" hasta hoy, donde la universidad moderna está llamada a transformar la sociedad a partir del establecimiento de amplios vínculos interactivos entre ellas, que se dan a través de los procesos sustantivos que se desarrollan en la Educación Superior.
Esta evolución ha tenido su sustentación en diferentes teorías pedagógicas de bases filosóficas diversas, que a su vez han ido surgiendo desde el origen mismo de la educación como proceso.
El contexto latinoamericano no ha sido ajeno a este proceso evolutivo y en el se destaca la pedagogía cubana, que a partir del triunfo revolucionario adoptó una base filosófica marxista-leninista. En el marco de la Educación Superior, tiene como objetivo fundamental formar un profesional capaz de transformar la sociedad mediante su participación activa en la solución de los problemas de la comunidad.
A partir del surgimiento de la Universalización, surge la nueva universidad cubana, que hace posible un impacto mucho más directo y efectivo de sus procesos sustantivos en las comunidades donde se encuentran enclavadas las Sedes Universitarias Municipales.
En este trabajo, analizamos la relación de algunas teorías pedagógicas contemporáneas en la evolución del proceso de Extensión Universitaria en América Latina, desde el surgimiento de las universidades en nuestros países hasta la actualidad.
Desarrollo
La evolución del proceso de Extensión Universitaria a partir de su surgimiento, ha estado muy relacionada con el grado de pertinencia y vinculación a la sociedad que han tenido las universidades a través del tiempo, a partir de los principios filosóficos que sustentaron el proceso educativo en ellas, en los diferentes contextos socioeconómicos. A través de la historia se han desarrollado diversas teorías educativas de base filosófica idealista objetiva, como es el caso de las teorías anti autoritarias, autogestionarias y liberadoras y las teorías pedagógicas de sustentación trascendente, que junto a otras, han caracterizado el proceso docente educativo de las universidades en diferentes contextos y países.
Según Gil Ramón González en su tesis presentada en opción al grado científico en Ciencias Pedagógicas, en el contexto latinoamericano, la Extensión Universitaria ha transitado por cuatro etapas:
1. Etapa de Aislamiento: Desde su surgimiento hasta la Reforma de Córdoba.
2. Etapa de la Ruptura: Desde la Reforma de Córdoba hasta finales de 1940.
3. Etapa de la Conceptualización: Desde principios de la década de los años 50 hasta mediados de la década del 70.
4. Etapa inicial de la Integración: Desde mediados de la década del 70 hasta la actualidad (teniendo en cuenta que este trabajo se culminó en 1996).
En su trabajo, el autor refleja como el aislamiento en que se encontraban las universidades en su primera etapa, por lo que se les denominó "Torres de Marfil", con una enseñanza caracterizada por el escolasticismo, fue eliminado paulatinamente a partir del surgimiento de la Revolución Industrial en Europa, comenzando entonces su interacción con la sociedad.
Sin embargo, en Europa, este proceso de apertura de la enseñanza universitaria, posibilitada por el desarrollo de los medios masivos de comunicación y de otros recursos técnicos, no se efectúa con el objetivo de responder a intereses comunitarios, si no a los intereses de la clase en el poder, reafirmando su carácter elitista. La actividad extensionista se inicia como respuesta de las universidades al crecimiento industrial de las grandes potencias de la época.
En las colonias americanas, de forma general, este fenómeno se refleja con un carácter diferente, debido al contexto en que tuvo lugar. Las ideas progresistas de los movimientos independentistas que se desarrollaban tuvieron su reflejo en la finalidad con que se concibió la extensión universitaria, con la aspiración de que las clases marginadas pudieran acceder a la enseñanza superior, poniendo esta en función del desarrollo social de las comunidades. Estas ideas, por supuesto, no pudieron ser llevadas a la práctica, por su carácter contradictorio con los intereses de la clase en el poder. Sólo algunos hechos extensionistas aislados tuvieron lugar en América Latina en esta etapa, hasta 1918, en que surge La Reforma de Córdoba, en Argentina, considerada como uno de los antecedentes históricos de la Pedagogía Autogestionaria en Latinoamérica.
Este movimiento origina una ruptura con los viejos cánones de la universidad en Latinoamérica, con su grado de vinculación al pueblo, el viejo anhelo de próceres anteriores, planteando el fortalecimiento de la función social de la Universidad a través de la Extensión Universitaria.
"Se planteaba en esencia que la universidad pública, en última instancia pagada por el esfuerzo de la comunidad, aportara a la sociedad por medio de la extensión universitaria llevada a cabo fundamentalmente por los estudiantes. Proyectar la labor universitaria en el seno de la comunidad dió origen a una nueva función como regularidad para la universidad latinoamericana: la función social, que significa en opinión de los estudiosos, poner el saber universitario al servicio de la sociedad y hacer de sus problemas un aspecto importante de su ocupación" (1).
Estas ideas renovadoras que se extendieron por toda América Latina hicieron posible el acceso de las masas a la enseñanza universitaria, un ejemplo de lo cual es el surgimiento en esta época de las universidades populares. Se produjo un acercamiento entre los estudiantes universitarios y los intelectuales con los sectores obrero y campesino, así como diversas manifestaciones de integración entre las universidades latinoamericanas con el objetivo de hacerle frente a males sociales, políticos y económicos comunes.
A partir de la década del 50 se desarrolla un período caracterizado por la orientación hacia la conceptualización de la Extensión Universitaria, que garantizara la sistematicidad y coherencia de su función social. En este sentido se hicieron aportes importantes en las I y II Conferencias Latinoamericanas de Extensión Universitarias y Difusión Cultural. En esta epata se logra una evolución del concepto y el contenido de la Extensión Universitaria, al menos teóricamente, hasta concebirla como un factor de cambio, a partir de su contribución al desarrollo sociocultural de las comunidades latinoamericanas.
Consideramos que en este proceso paulatino de conceptualización, sin dudas tuvo mucho que ver, el desarrollo de la Pedagogía Autogestionaria, desde su perspectiva de considerar la autogestión no como un medio de individualización anárquica del aprendizaje, sino como un medio de cambio social a través de la escuela.
---En la Pedagogía autogestionaria, según Ojalvo y Castellanos (1996; 57) la escuela "constituye un grupo social con vida propia, a partir de la participación directa de todos sus miembros en la organización y funcionamiento. En el contexto escolar la autogestión se valora no solo como modelo de relación pedagógica, sino también como modelo de relación social". ( 2 )
Sin dudas, para concebir el proceso de extensión universitaria, es imprescindible partir de la concepción de la escuela como institución donde se ponen de manifiesto relaciones sociales entre todos los factores implicados en el proceso docente educativo, no solo dentro de la escuela, sino visto desde su concepción más amplia, en una interacción retroalimentadora con el resto de la comunidad.
Una de las vertientes de la Pedagogía Autogestionaria, la Pedagogía Libertaria, tuvo en el educador brasileño Paolo Freire un importante representante, cuyas concepciones responden al contexto económico y sociopolítico de su país en aquella época. Desarrolló su obra a partir del reconocimiento del carácter ideológico de la educación y del compromiso con las masas oprimidas.
Como gran exponente de la Pedagogía Popular, Freire propició el desarrollo de importantes actividades extensionistas, como la primera alfabetización de adultos en la ciudad de Recife, por parte de la Universidad Federal de Pernambuco, donde se puso de manifiesto el protagonismo estudiantil, junto a la participación profesoral.
"En franca oposición a la pedagogía tradicional, a la que denomina como bancaria, las concepciones pedagógicas de Freire buscan desde sus inicios el desarrollo del pensamiento reflexivo de los estudiantes y de manera particular, la formación de su pensamiento a partir de la interacción con el medio natural y social que le rodea ..." (2)
Sin embargo, la concepción de Freire de que solo con la educación es posible lograr una transformación en la sociedad, en favor de los desposeídos, sin tener en cuenta la necesidad de la lucha de clases, del cambio revolucionario, constituye en nuestro criterio la principal limitación de su teoría.
En contraposición con la teoría libertaria de Freire, existen otras teorías pedagógicas cristianas contemporáneas, las llamadas teorías de sustentación trascendente, que tiene el objetivo de formar al hombre como individuo de personalidad intemporal, al margen de los acontecimientos sociales, encaminado a la adoración a Dios.
Dentro de ellas se encuentran las teorías neo-escolásticas, cuyo antecedente más antiguo es el escolasticismo medieval. Un ejemplo de ellas es el neo tomismo, que constituye la base filosófica que sustenta los principios de la educación en las instituciones católicas y que en esencia supedita a la voluntad de Dios el desarrollo del conocimiento humano y la evolución social. Desconoce la existencia de leyes objetivas que rigen el desarrollo social y la necesidad de la acción constante del hombre para propiciar el mismo y por tanto la función social de la educación.
El personalismo también incluye teorías de corte religioso, donde el hombre como individuo es lo único que cuenta. La personase educa sólo para ella misma, para su auto perfeccionamiento espiritual regido por Dios.
Debemos destacar dentro de estas teorías personalistas a uno de sus representantes más destacados, Octavio Fullat, con su método escultista.
Fullat si reconoce el carácter social de la educación y de la necesidad de que esté al servicio de la comunidad, pero desde su óptica cristiana no comprometida con la transformación de la sociedad en pos de su desarrollo pleno.
"Fullat reduce el papel social del educando (1960, 205) a acciones netamente caritativas como la de impartir clases en los suburbios, enseñar a planchar, a zurcir, a bordar, a lavar platos, a cuidar de los pequeños, a barrer las barracas, recoger mantas para los pobres, medicinas y otras acciones similares. No reconoce el protagonismo socioeducativo del estudiante ni de los docentes, dentro o fuera del marco escolar, pese a reconocer la necesidad de transformar la sociedad". (2)
En el contexto de un centro de educación superior, esta sería una actividad extensionista "ingenua", al margen de la concepción que desde su surgimiento ha existido, al menos teóricamente, en América Latina, con respecto a la extensión universitaria y su función como promotora del desarrollo social de las comunidades.
Dista mucho el concepto de educación personalizada de Fullat, donde los educadores tiene la función de formar personalidades cuyo objetivo supremo es acercarse a Dios a través del auto perfeccionamiento espiritual, de la educación personalizada que se desarrolla en nuestro país, en el contexto de la nueva universidad cubana, donde se desarrolla un modelo de auto educación con la participación directa y orientadora del tutor, figura clave del modelo pedagógico de la Universalización, donde el hombre se forma para lograr su pleno desarrollo personal, a la vez que contribuye al desarrollo socioeconómico de su comunidad, a través de su participación activa en tareas de impacto social. Se ha podido constatar los cambios positivos que se generan nuestros estudiantes, tanto en su desempeño como tales como en su calidad humana.
En la década de los 90 se observó una tendencia a la integración entre diferentes países en este campo, pero en general, los avanzados conceptos generados en la II Conferencia, no se pudieron llevar a la práctica debido a las limitaciones impuestas por el contexto socioeconómico y político existente. __" La falta de presupuesto, la marginación, la relación con las demás funciones de la universidad, la falta de preparación de los recursos humanos para su desarrollo, la inexistencia de políticas culturales, la insuficiente estructura, la falta de correspondencia entre la planificación y la acción extensionista, entre otros elementos, han caracterizado la situación de la extensión universitaria en la región. En la mayoría de los casos, las tendencias que se manifiestan son las siguientes: un desvirtuamiento conceptual, carencia de sistematización y esporádicos programas y proyectos, que no pasan de ser utopías que generalmente no se concretan por la situación real de estos países" (1).
La transformación social revolucionaria, sienta las bases y crea inmensas potencialidades para que la Universidad como institución social cumpla con su función de promotora de una cultura general integral a través de la Extensión Universitaria. La Pedagogía cubana, con una base filosófica dialéctico materialista, ha traspasado las limitaciones de otras teorías pedagógicas, creando sólidas bases teóricas para el desarrollo de la educación en nuestro país, con un carácter eminentemente humanista, en aras del desarrollo integral de la sociedad.
En los últimos años gracias al surgimiento de gobernantes de una gran vocación humanista (algunos progresistas y otros radicalmente revolucionarios) en diferentes países de América Latina, la integración latinoamericana se hace realidad a través de proyectos sociales de gran alcance como el ALBA, en los cuales Cuba tiene un gran protagonismo y donde nuestros centros de educación superior desempeñan una encomiable labor extensionista, participando activamente en diferentes misiones tanto dentro de nuestro país, como en otros países de la región.
La cuarta etapa que caracterizó Gil R. González sobre el desarrollo evolutivo del proceso de extensión universitaria como período inicial de la integración ha alcanzado una línea ascendente de desarrollo, en nuestro criterio irreversible y ya abarca en mayor o menor medida a una gran parte de las naciones latinoamericanas, de tal forma que pudiéramos llamar en estos momentos a esta etapa como período de la integración, porque ya superó su etapa inicial y se encuentra en franco desarrollo.
La situación actual de integración latinoamericana nunca hubiera sido posible, sin la existencia de Cuba, como bastión imbatible del socialismo en nuestra región y en el mundo.
Conclusiones
En la evolución del proceso de Extensión Universitaria en los países de América Latina se ha puesto de manifiesto la influencia que sobre éste como proceso inherente a la educación en los centros universitarios, han tenido diversas teorías educativas de diferente base filosófica, que han sustentado en ellos el proceso docente educativo.
En Cuba, en los momentos actuales, existen las mayores potencialidades para que la Extensión Universitaria cumpla a cabalidad con su función promotora de la cultura general integral sustentada por nuestra ideología marxista leninista y martiana, que hace de la Pedagogía cubana un punto de mira y ejemplo en toda Latinoamérica.
Bibliografía
1. González, G. R. Un Modelo de Extensión Universitaria para la Educación Superior Cubana. Su aplicación en la Cultura Física y el Deporte. Tesis presentada en opción al grado científico de Doctor en Ciencias Pedagógicas. Ciudad de la Habana, 1996.
2. Pereda, J. L.; Neto, C. B. C. Sociología, Educación y Sociología de la Educación. Ed. Livro Técnico, Fortaleza. 2005.

Autora:
Lic. Marisel Pedroso Paula1
1. Labora en la Sede Universtaria Municipal de Viñales, institución que pertenece a la Universidad de Pinar del Río Hermanos Saíz Montes de Oca, desempeñándose como directora.
marisel[arroba]vrect.upr.edu.cu
Estudios realizados: Graduada de Licenciatura en Microbiología en la Universidad de la Habana en 1981. Su trabajo científico se ha desarrollado fundamentalmente en el campo de los productos naturales procedentes de plantas medicinales, así como en aspectos relacionados con la Didáctica de la Educación Superior.

APORTES DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR PARA EL DESARROLLO SOSTENIBLE - LA EXTENSIÓN UNIVERSITARIA Y LA PERTINENCIA DEL CONOCIMIENTO



Recibido para arbitraje: 01/03/2006
Aceptado para publicación: 17/04/2006
Lermit Rosell Puche
Resumen
En este mundo complejo el modelo de desarrollo actual basado primordialmente en el beneficio económico, deja dudas acerca de su posibilidad de dar respuestas de orden social, para una mayoría necesitada seres humanos. El Desarrollo Sostenible emerge como un enfoque diferente para el progreso social de nuestras regiones, enmarcada en la propuesta posmoderna . La Educación Superior Venezolana, a través de una política adecuada de extensión universitaria puede ayudar a formar los nuevos ciudadanos y lideres de nuestra nación, en contacto directo con esas necesidades, de manera que puedan impulsar el desarrollo social de nuestro país, con respeto por el desarrollo social de las futuras generaciones.

Palabras clave: Posmodernismo, Desarrollo Sostenible, Extensión Universitaria, Pertinencia.

Abstract
In this complex world the actual model for development, based on fundamentally the economics benefit, its showing a lot of problems about its capabilities to give answer to a great majority of needed human beings. Sustainable development shows a new point of view, for the development of ours regions, sustained in the postmodern proposal. The Venezuelan higher education, through an adequate extension politic, could help to form the new citizens and leadership, in close contact with those needs, so it can impulse the social development of our country, with respect for the social development of future generations.

Introducción
La educación superior se ha percibido como parte del proceso de formación formal del individuo, promueve en las personas entre otras cosas, el autodescubrimiento y aprendizaje sobre el mundo, fomenta el desarrollo personal y ayuda a las personas a ejercer un rol en la sociedad.
Sin embargo, la educación superior de hoy es mas, es un compromiso para mejorar la sociedad, reforzando las comunidades y estimulando el progreso social. Esta realidad nos obliga a reconsiderar la misión de nuestras instituciones de educación superior y nuestro rol como educadores para construir un camino conjunto, que responda a estas nuevas necesidades.
Pienso que esta nueva misión que desde las universidades debemos definir y concretar, se centra en el derrumbe de los muros universitarios y en la implantación de políticas institucionales para la docencia y la investigación sustentadas sobre la extensión universitaria.
Las instituciones de educación superior no deben limitarse a generar conocimientos disciplinares y desarrollar habilidades. Como parte de un sistema cultural más amplio, su rol es también el de enseñar, fomentar y desarrollar los valores morales y éticos requeridos por la sociedad. Las universidades deben preparar a futuros profesionales que deberían ser capaces de utilizar sus conocimientos no sólo en un contexto científico, tecnológico o económico, sino además poderlo aplicar a necesidades sociales y medioambientales más amplias. No se trata de añadir una nueva capa de aspectos técnicos de la educación, sino más bien de abordar todo el proceso educativo de una manera más holística y consustanciada con la vida cotidiana de un futuro profesional.
Es a través de un política extensionista clara, que nos ponga de cara al país y a sus necesidades, que tendremos una oportunidad de contribuir ciertamente como institución con la sociedad de manera más relevante.
El Desarrollo Sostenible por otro lado, como modelo de desarrollo necesario para la supervivencia de nuestra especie como parte integral de la naturaleza, necesita a su vez individuos no solo que compartan sus axiomas principales, sino además que estos hayan sido formados bajo sus principios y asuman sus postulados como parte de la vida cotidiana. Es entonces que la extensión universitaria como función básica universitaria y como estrategia de formación de nuestros jóvenes, que las universidades podrán garantizar en el futuro mediato, un perfil del egresado diferente, que garantice a su vez, un desarrollo sostenible.
Sin embargo, nuestras universidades y me refiero a las universidades venezolanas al igual que muchas otras en Latinoamérica, mantienen la misma estructura curricular y de planes de estudios sustentados sobre el paradigma positivista. La racionalidad instrumental domina aún.
Veo como una amenaza, para los mas altos intereses nacionales, el fenómeno de la comercialización de servicios de educación superior tal y como se está presentado. Castell (1) advierte acerca de las capacidades casi libertinas del Internet, la cual no conoce fronteras ni regulaciones eficaces. Los capitales foráneos son muchos alrededor de la prestación privada de servicios de educación superior a nivel mundial. El interés por un mercado universal de la educación superior mueve millones de dólares. El interés económico de la mayoría de estas ofertas de servicio educativo a nivel superior, puede tomar a nuestra educación superior por asalto, a través de la masificación informática, mientras nosotros permanecemos como universidad, todavía sin dar ese salto cualitativo por encima de los muros universitarios hacia nuestras comunidades.
Inclusive desde el punto de vista de la competencia, los servicios de educación superior vía Internet, cuentan con el apoyo de un sistema de información privilegiado que nosotros en nuestras universidades ni soñamos todavía tener. La sociedad del conocimiento, sólo pone al servicio de nuestra sociedad, los conocimientos que le convienen a ella en un momento determinado. Se guarda para sí los conocimientos que le brindan un valor agregado, la información es poder. Existen abismales diferencias en el manejo de información relevante por parte de los países de centro en contraposición con los de la periferia, sobre todo en los aspectos considerados como fundamentales para el desarrollo. En estas circunstancias, no se puede hablar en términos de una sociedad global del conocimiento, sino básicamente en función de países productores y otros primordialmente consumidores.
Pero es que básicamente nosotros no deberíamos ni pensar competir a nivel tecnológico, mientras aún no atendamos y en muchos casos ni siquiera conozcamos las necesidades mas fundamentales de muchas de nuestra poblaciones.
Esta transformación hacia una educación superior consustanciada con las necesidades de las mayorías y con el medio ambiente, tiene que partir de una clara política de Estado en educación superior, un liderazgo interno capacitado y con motivación. Un diagnóstico constante de las necesidades y exigencias de nuestra sociedad. El conocimiento en general que produzcamos a través de la relación bidireccional con las necesidades del entorno inmediato, no debe imitar la producción de conocimiento acrítico y descontextualizado propio de la racionalidad instrumental herencia del modernismo.
En resumen, si el para que de la educación superior latinoamericana, pretende convertirse en la educación liberadora de Freire, debe atender en primera instancia las necesidades de nuestros pueblos, esto en relación dinámica con los aportes del conocimiento universal por supuesto, pero con el énfasis en los poderes creadores de nuestros hombres y mujeres, solo así pienso que lograríamos formar estudiantes que incidan de manera determinante en un desarrollo para nuestro país mas humano y sostenible.
Cambio Paradigmático. Modernismo vs. posmodernismo
¿Que nuevos retos impone el posmodernismo a las universidades públicas en función de educar a nuestros jóvenes con las capacidades necesarias para afrontar un entorno social y económico inmerso en la incertidumbre y en el cambio constante?.
Para el desarrollo de este ensayo, tomaré de la propuesta de Donald Schon (2) hecha en su libro La Formación de Profesionales Reflexivos, en el cual expone de manera clara la falsa dicotomía entre el conocimiento teórico y la praxis, interpuesta por la racionalidad técnica desde los albores del modernismo y prácticamente hasta nuestros días y de cómo, las nuevas exigencias de una sociedad en constante transformación exigen la asunción de una nueva práctica, que el ha dado por llamar practica reflexiva.
Este planteamiento de Schon, coincide con la idea de este ensayo de proponer como estrategia para la formación de nuestros nuevos profesionales, a la extensión universitaria como función primordial para el desarrollo sostenible.
La racionalidad técnica es una epistemología de la práctica que se deriva de la filosofía positivista y se construye sobre los principios de la investigación universitaria contemporánea. (Shils, 1974). Citado por Schon, (2).
El autor expone que.
La racionalidad técnica defiende la idea de que los profesionales de la práctica solucionan problemas instrumentales mediante la selección de los medios técnicos más idóneos para determinados propósitos. Los profesionales de la práctica que son rigurosos resuelven problemas instrumentales bien estructurados mediante la aplicación de la teoría y la técnica que se derivan del conocimiento sistemático, preferiblemente científico.
Tras estas críticas se esconde una versión del dilema del rigor o la pertinencia. Lo que mas necesitan aprender los aspirantes a profesionales de la práctica es aquello que los centros de preparación profesional parecen menos capaces de enseñar. La versión de este dilema que se produce en los centros educativos tiene su origen, en una subyacente epistemología de la práctica profesional, durante mucho tiempo ajena al examen crítico, consistente en un modelo de conocimiento profesional incrustado institucionalmente en el currículo y en los convenios entre el mundo de la investigación y el de la práctica.
El énfasis por el contrario se debería situar en el aprender haciendo. Los estudiantes aprenden mediante la práctica de hacer o ejecutar aquello en lo que buscan convertirse en expertos. El estudiante tiene que ver por si mismo y a su propia manera las relaciones entre los medios y los métodos empleados y los resultados conseguidos.
El desarrollo sostenible solo es posible si tenemos personas formadas en contacto constante con la realidad, no se trata pues, de formar desde el conocimiento experto, sino de educar desde la realidad del entorno, desde las necesidades comunes de las comunidades y de su relación con su medio ambiente.
Con el cambio de siglo y desde la perspectiva de los paradigmas culturales y científicos tradicionales esto está significando un cambio de enfoque hacia la relevancia de la subjetividad, en la determinación de un nuevo paradigma o mejor dicho un enfoque emergente, en el cual, existe una conciencia creciente del papel constructivo del desorden, de la autoorganización, la no linealidad.
El enfoque de la complejidad nos ha alcanzado, las explicaciones lineales newtonianas y cartesianas de los fenómenos humanos y sociales no tienen ya sustento ante la evolución explicativa de las matemáticas no lineales.
La vida misma esta siendo abordada desde otra perspectiva, la aparición de nuevos conceptos como el de autopoiesis, patrón y estructuras disipativas, han obligado ha consideraciones profundas inclusive desde el punto de vista ontológico de lo que se puede o no llegar a considerar como vivo.
Aquella visión de la ciencia clásica que concebía el universo como un conjunto de procesos reversibles sujetos a leyes deterministas ha tenido que ser finalmente descartada tras el ataque a sus dos presupuestos básicos: el conocimiento preciso de las condiciones iniciales y la existencia de leyes universales o absolutas con las que operar. Este nuevo paradigma rompe radicalmente con estos supuestos, mostrando cómo el determinismo y la reversibilidad corresponden más a las condiciones artificiales del laboratorio y a nuestra forma de describir el mundo racionalmente. Prigogine, (3) Morin.(4)
Ambos autores exponen, que la noción de Leyes de la Naturaleza, es el concepto más original de la ciencia de occidente. En estas leyes los resultados eran explicados de manera determinista y reversible. Este punto de vista occidental abría acercado a la ciencia al punto de vista "divino atemporal"•. Esta perspectiva atenta contra el concepto de Flecha del Tiempo, al desestimar la influencia que tienen sobre cualquier hecho la contextualización en lo referente al momento histórico cultural. Para los autores el tiempo es real y la irreversibilidad cumple en la naturaleza un papel constructivo primordial.
Este nuevo modo explicativo de la vida y de la realidad que nos circunscribe, debe enseñarse desde la educación superior en función del desarrollo sostenible de nuestras naciones. La compresión de los procesos autorreguladores de la naturaleza, de la sociedad y de la vida misma, es pilar fundamental para el resguardo de las futras generaciones.
Los métodos para abordar lo complejo
El posmodernismo se plantea de manera correspondiente con los nuevos enfoque para abordar lo complejo, nuevos métodos para el análisis y la planificación.
En la revisión bibliográfica realizada para este trabajo aparecen diferentes maneras o estrategias para abordar lo complejo. Es así como vemos como por ejemplo las técnicas de planificación actuales han profundizado en temas como la planificación por escenarios, el desarrollo de la prospectiva, el desarrollo de modelos económicos sustentados sobre los avances de la matemática no lineal como expusimos al principio de este trabajo. En términos generales existe una toma de conciencia primero, en lo referente a la condición de humano de los actores en los procesos organizacionales, la relevancia de lo subjetivo y de la influencia que esto tiene sobre la toma de decisiones y por ende sobre los objetivos básicos de las organizaciones.
Los autores revisados, coinciden en que existen diferentes vías a través de las cuales se puede planificar en un "mundo incierto". Se concibe la planificación como un proceso continuo y de selección estratégica en el tiempo.
Este enfoque solo intenta "articular los tipos de dilemas que los elaboradores de decisiones experimentados afrontan repetidamente en el curso de sus actividades y de cómo ellos, a menudo, hacen juicios intuitivos al seleccionar una respuesta." Friend, Hickling (5) Estos dilemas son especificados de la manera siguiente:
• La gente tiene puntos de vistas diferentes y continuamente cambiantes sobre como configurar los asuntos que deben encarar y no menos importante sobre como reducir o ampliar los límites que les concierne abarcar.
• Existen presiones persistentes para que ellos lleguen a compromisos de actuación de forma incremental o fragmentada, no obstante hayan pensado que lo acordado en teoría surgía de una visión más amplia, mas global de los asuntos a tratar.
• Hay un dilema continuo de balance entre la urgencia y la incertidumbre.
• Hay dificultades persistentes para distinguir los aspectos técnicos de los políticos, en el proceso de decisión, incluso cuando toda la estructura organizativa ha sido construida tratando de mantener las distinciones claras entre esos dos aspectos.
Establecen como parte de la práctica de la planificación más que ideales racionales de modelos preconcebidos, los juicios intuitivos y los compromisos.
Otro asunto que exponen estos autores, es que el término estratégico, no se refiere al nivel de largo plazo o de establecimiento de la misión. Este enfoque va mas allá y expone que orienta a cualquier decisión en el sentido de la relación o vinculo que se establece con otras decisiones bien éstas sean de un nivel mas global o de un nivel particular.
Esta visión es mas universal, extrapolable, permite ver la planificación como un arte como un oficio. Esta debe ser creativa para poder captar las complejidades e incertidumbres de la práctica cotidiana.
Los autores distinguen tres tipos de incertidumbres cuando de afrontar un PROBLEMA DE DECISIÓN ACTUAL, se trata. Estas áreas de incertidumbre tienen que ver con:
• Incertidumbre sobre el ambiente relacionado al tema o problema en estudio.
• Incertidumbre sobre los valores o políticas que sirven de guía.
• Incertidumbre sobre decisiones relacionadas al tema.
Estas se pueden simplificar, en demandas para la toma de decisiones concernientes a necesidades de mayor información, mayor claridad de objetivos y más coordinación.
Esta especie de clasificación es el resultado de la experiencia de varios años en el manejo de procesos de planificación y de las dificultades presentadas más comúnmente por lo tomadores de decisiones a la hora de decidir.
Friend, y Hickling (5) especifican, que para este enfoque de escogencia estratégica, es favorable el camino o ruta de la "coordinación", según los autores esta es la de mayor significación en el desarrollo de la idea de lo que se entiende por planificar dentro de un enfoque de escogencia estratégica. Hablan de la importancia del dinamismo en el proceso planificador y expresan que es útil ver el proceso de planificación dentro de una nube que se mueve continuamente entre modos diferentes y complementarios de las actividades destinadas a elaborar decisiones.
Ante un problema complejo, aparecen una serie de modos complementarios adicionales a los que aparecen en el abordaje de problemas simples,(modo de diseñar y modo de comparar), que conforman un grupo de cuatro modos que se complementan y logran un abordaje más holístico de la situación o problema de escogencia estratégica. Los dos modos tradicionales son el modo de diseñar y el de comparar en un abordaje que brinda retroalimentación pero que se manifiesta de manera lineal y de manera muy poco compleja. A estos dos se le suman desde este enfoque dos modos adicionales que son: el modo de configurar como primera instancia del proceso de escogencia y el modo de escoger justo antes de la salida o solución propuesta para el problema.
El cambio aparentemente, no es de un paradigma a otro, ya que el posmodernismo como enfoque ecléctico no pretende convertirse en si mismo, en un nuevo paradigma. Sin embargo, en este paso del modernismo al posmodernismo se derrumban algunos preceptos y se forman otros. En este transito algunos conceptos cambian, por ejemplo:
• Alcanzar la linealidad o sea que se debe atacar una sola cosa a la vez
• Alcanzar la objetividad, lo que promulga la necesidad de abordar la planificación sin sesgos personales o sectoriales
• Alcanzar la certeza, lo que significa tener la seguridad de haber abordado todos los aspectos de la situación
• Alcanzar la globalidad, lo que aboga por no hacer las cosas por la mitad
Estos fundamentos relacionados a la manera tradicional de hacer planificación y ante el avance de los postulados del posmodernismo, han dado un giro en el siguiente sentido:
• No perseguir la linealidad y aprender a trabajar cíclicamente.
• No perseguir la objetividad y aprender a trabajar con la subjetividad
• No perseguir la certeza y aprender a trabajar con la incertidumbre
• No perseguir la globalidad y aprender a trabajar seleccionando.
Los autores introducen una serie de conceptos básicos y de métodos que tratados conjuntamente ofrecen medios para ayudar a las personas a estructurar problemas de decisión complejos, en términos de elementos interrelacionados entre los cuales escoger.
Así introducen los conceptos de: área de decisión, vínculos de decisión, gráfico de decisión etc. Modelo AIDA. Modelo de Análisis de Áreas de Decisión Interconectadas etc.
Echeverria (6) por su lado y sustentándose sobre las aportaciones que se han hecho desde diferentes áreas del conocimiento, específicamente a través de las hechas por Nietzsche, Wittgenstein y Heidegger, en el área de la filosofía, ha incorporado un enfoque sistémico que desafía los presupuesto que ha representado en la cultura occidental, los parámetros del racionalismo.
Se puede considerar que la propuesta de Echeverria es de tipo ecléctica, cuando ofrece una nueva concepción integradora del fenómeno humano a partir de o apoyado sobre, todas las contribuciones que las ciencias recientemente han hecho acerca del fenómeno humano.
Según el autor esta nueva concepción integradora se sitúa no solo más allá de los presupuestos del pensamiento moderno, sino que busca incluso "trascender las bases mismas de lo que llamamos el programa metafísico", que desde hace 25 siglos desde Sócrates, Platón y Aristóteles, dominara el pensamiento occidental. Esta nueva interpretación la denomina la Ontología del Lenguaje.
Hace una critica fundamental a la filosofía actual en el sentido que ésta aun no ha reconocido un aspecto central del fenómeno social y lo expresa cuando afirma que lo social para los seres humanos, se constituye en el lenguaje, todo fenómeno social es siempre un fenómeno lingüístico.
En un repaso histórico el autor se pasea desde la invención del alfabeto hasta las herramientas multimedias de nuestros días, pasando inclusive por la invención de la imprenta para sustentar su tesis de que el fenómeno social es uno de corte lingüístico. Es así como afirma que la creación del alfabeto separó al orador, el lenguaje y la acción, este fue un cambio de envergadura explica, ya que el texto al estar escrito parecía hablar por si mismo y hacía al orador poco necesario. Así mismo, se pasó del lenguaje de la acción que era para lo que se utilizaba, al lenguaje de la reflexión, éste comenzó a suplantar el papel que previamente había tenido el relato de los acontecimientos.
El lenguaje del devenir, del pasado da paso al lenguaje del ser. Sobre este lenguaje del ser se desataron según el autor, las fuerzas de la reflexión y las fuerzas del pensamiento racional.
Es aquí donde justamente en relación con la pertinencia en la educación superior y el pensamiento racional tiene su punto de encuentro actual. A partir de este momento y hasta nuestros días, la acción del pensar se convirtió en la reina de todas acciones y la separamos de todas las demás consideradas inferiores, el autor expone que con esta acción "…la distinción entre la teoría y la práctica estaba consumada." Echeverria (6)
El énfasis puesto durante todo este tiempo en el ser de las cosas, no condujo a minimizar el papel fundamental del lenguaje en las relaciones humanas y por ende en las relaciones sociales.
Establece tres postulados básicos para la ontología del lenguaje a saber:
• Los seres humanos son interpretados como seres lingüísticos
• El lenguaje es interpretado como generativo
• Se interpreta que los seres humanos se crean a si mismos en el lenguaje y a través de el.
En el primer postulado se asume que el lenguaje es por sobre todo, lo que hace de los seres humanos el tipo particular de seres que son, es precisamente el lenguaje la clave, para comprender los fenómenos humanos.
Es a través del lenguaje según este primer y más importante postulado, que conferimos sentido a nuestra existencia y es también desde el mismo que nos es posible reconocer la importancia de dominios existenciales no lingüísticos como son el dominio del cuerpo y el dominio de la emocionalidad. Los seres humanos habitan en el lenguaje.
En lo referente a la cualidad generativa del lenguaje hecha en el segundo postulado por la ontología del lenguaje, el autor afirma que hay que superar la perspectiva del lenguaje que lo concebía de manera pasiva y solo útil para hacer descripciones de la realidad y para expresar nuestras emociones, desde este nuevo punto de vista, el lenguaje va mucho mas allá, ya que por si mismo logra que sucedan cosas. El lenguaje crea realidades. El lenguaje genera ser. Al postular que el lenguaje es generativo se sostiene que el lenguaje es acción.
El tercer postulado se sustenta en la premisa de que la vida es el espacio en que los individuos se inventan a sí mismos, en contra posición con la idea racionalista de que nacemos dotados de una particular forma de ser y que la vida es un espacio en el cual esta forma de ser se revela y se despliega. Hay que resaltar sin embargo que el objeto de estudio de la ontología del lenguaje no es el lenguaje mismo, sino el ser humano.
Estos aportes hechos por Echeverría, nos brindan herramientas para la formación de nuestros jóvenes alrededor de los objetivos del desarrollo sostenible. Al ser según el autor el hombre un ser lingüístico y capaz de desarrollar su propia vida, igualmente será capaz de incidir en su entorno para bien o para mal.
Por otro lado, autores como Godet, (7) comienza su libro de la anticipación a la acción con la siguiente afirmación:
Todos los que pretenden predecir o prever el futuro son unos impostores, ya que el futuro no está escrito en ninguna parte, está por hacer. Felizmente, puesto que sin esta incertidumbre, la acción humana perdería sus grados de libertad y su sentido: la esperanza de un futuro deseado. Si el futuro fuera totalmente predecible y cierto, el presente sería insoportable: la certidumbre es la muerte.
El proyecto arrastrado por el deseo es el motor de la acción. Al establecer las diferencias entre la previsión y la prospectiva el autor establece que la previsión, construye un futuro a imagen del pasado, "la prospectiva apuesta por un futuro decididamente diferente del pasado, ya que los problemas cambian con mas rapidez de lo que se tarda en resolverlos y prever los cambios es más importante que hallar soluciones que se aplicarían a problemas pasados". El futuro en otras palabras no está escrito, está por hacerse.
Hay que contemplar el futuro para iluminar el presente. La prospectiva es una reflexión para iluminar la acción presente con la luz de los futuros posibles.
La anticipación prospectiva se justifica en nuestros días por dos premisas fundamentales: la primera tiene que ver con la velocidad del cambio tecnológico, económico y social y la segunda por la inercia relacionada con las estructuras y con los comportamientos.
Desde el punto de vista de la prospectiva existen cuatro acciones fundamentales o dimensiones de cualquier proyecto que deben ser consideradas para el cambio eficaz.
• Una visión ambiciosa, pero con clara visión de la influencia que pueda tener el entorno de la institución
• Una voluntad colectiva, cada participante debe mantener el mismo lenguaje
• Un sistema de valores compartido
Todos estos enfoques coinciden en dos aspectos fundamentales que podrían resumir el planteamiento de los nuevos métodos para afrontar la incertidumbre y el cambio constante. Estos tienen que ver con la consideración cine qua non de del ser humano como agente transformador y de su necesaria formación en relación constante con su medio ambiente.
Pertinencia de la Educación Superior
Como ya expuse, el para que, de una educación superior de calidad y pertinente puede llegar a impulsar el desarrollo social, económico y sostenible de nuestros países latinoamericanos y en particular el desarrollo nacional venezolano.
Esta razón de ser, debe partir de los intereses colectivos de nuestros pueblos que sustentados en su idiosincrasia, exponen ante la educación superior sus necesidades y convocan a la misma, a ser participe de su propia realización.
Desde el final de la década de los años noventa y comienzos del siglo XXI, la educación ha sido reconocida como una estrategia elemental, fundamental por demás para el desarrollo de las naciones. El capitalismo moderno otrora gendarme de las políticas de ajuste de los años ochenta en nuestros países, extrañamente reconoce inclusive ahora su importancia.
Si el para que de la educación superior, es el de potenciar o ampliar la capacidad de los seres humanos para impulsar un desarrollo sostenible producto del libre albedrío y de la raigambre nacional, entonces nuestra educación superior está en graves problemas.
Está en problemas, por que en nuestra educación superior la ampliación de las capacidades humanas que de hecho se promueven, hace énfasis en la generación de ingresos como beneficio directo, la ampliación de estas capacidades para estimular el desarrollo son de tipo adicional y acumulativas.
Nuestras instituciones de educación superior, no proponen una alternativa diferente a la consideración liberal, de la función primordial de la educación superior.
Las opciones para la educación superior son pocas. Si verdaderamente se siente comprometida con el avance de nuestra sociedad hacia el establecimiento de condiciones de vida dignas y productivas, no puede dejar de lado la obligación de responder de manera creativa a las necesidades locales de desarrollo.
Sabemos que la tecnología de avanzada es indispensable para lograr la productividad que hoy nos exige el mercado, pero vemos también que el éxito de cualquier emprendimiento depende principalmente de la flexibilidad y de la capacidad de innovación que tenga la gente que participa en los procesos de desarrollo. 1
1 Documento en línea:
http://www.gestiopolis.com/recursos/documentos/fulldocs/rrhh/caphumygescomp.htm
Por ejemplo, para el caso de la educación superior europea, Gibbons (8) y Clark (9) plantean la necesidad que tiene la educación superior de flexibilizar sus estructuras con la finalidad de responder más ágilmente a las demandas cambiantes de sus sociedades. Clark, plantea la necesidad de una periferia de desarrollo extendida. Gibbons, nos habla de la producción de conocimiento en el contexto de aplicación, de una mayor responsabilización social. Reconoce la característica funcional de la universidad con respecto a la sociedad que constituye su entorno y las dificultades que esta ha tenido en las últimas décadas para dar respuesta a los cambios societales europeos.
Justo cuando se le exige al sistema tradicional mundial de educación superior la monumental tarea de adecuarse a las necesidades de sus entornos a través del cambio de misiones, funciones y estructuras, aparecen nuevos proveedores de servicios educativos que no conocen fronteras ni regulaciones. Vemos en Rodríguez (10) como en las economías desarrolladas hay suficiente evidencia como para demostrar que los sectores que utilizan sistemáticamente insumos del conocimiento científico y fuerza laboral educada crece rápidamente, esto ha generado una demanda ampliada por el conocimiento. Esta demanda está siendo atendida de manera expedita por estos nuevos proveedores que con audacia y pragmatismo ven en la prestación de servicios educativos de calidad un negocio redondo.
Brunner (11), establece como a nivel latinoamericano, las políticas implementadas en la mayoría de los países del subcontinente buscaban producir redefiniciones en torno a los ejes de autoridad y coordinación de los sistemas nacionales, con la esperanza de que estos a su vez, se diversifiquen y den lugar a transformaciones a nivel de instituciones, en términos del gobierno institucional y de la calidad, eficiencia, pertinencia y equidad de sus funciones.
Según García Guadilla (12) tenemos en Latinoamérica, una agenda pendiente de transformaciones institucionales que se debieron producir en los años noventa y que abordan en primera instancia por lo menos en Venezuela, la necesidad de la creación y consolidación de un verdadero sistema nacional de educación. Por otro lado, tenemos pendiente la discusión de nuevas legislaciones que regulen la oferta y estimule los cambios institucionales necesarios en nuestras instituciones de educación superior.
Toda esta labor titánica ha desarrollar, esta inmersa entonces dentro de una competencia voraz por el mercado educativo, por la aparición de nuevas necesidades y nuevas ofertas. En nuestro caso latinoamericano, en un entorno político inestable y en restricciones económicas y sociales importantes.
Morín (4) establece como el conocimiento pertinente es aquel capaz de situar toda la información en su contexto y en el conjunto donde esta se inscribe. El autor plantea la necesidad de superar la visión parcelada, disociada en compartimientos entre las disciplinas. Así establece que la hiperespecialización, estructura dicho sea de paso, de la organización de los saberes en nuestras instituciones de educación superior, "impide ver lo global porque lo fragmenta en parcelas y lo esencial porque lo disuelve, mientras que los problemas esenciales nunca son fragmentados y los problemas globales son cada vez más esenciales".
Toda esta labor titánica ha desarrollar, esta inmersa entonces dentro de una competencia voraz por el mercado educativo, por la aparición de nuevas necesidades y nuevas ofertas. En nuestro caso latinoamericano, en un entorno político inestable y en restricciones económicas y sociales importantes.
El conocimiento pertinente para Morín, (4) Debe evidenciar: 1. el contexto, los elementos y las informaciones que le dan sentido. 2. Lo global, esto es más que el contexto, es el conjunto que contiene las partes diversas ligadas de manera inter retroactiva u organizacional. Explica, que de esta manera una sociedad es más que un contexto, es un todo organizador del cual hacemos parte nosotros. El todo tiene cualidades o propiedades que no se encontrarían en las partes si estas se separan las unas a las otras y ciertas cualidades o propiedades de las partes pueden ser inhibidas por las fuerzas que salen del todo. 3. Lo multidimensional de las unidades complejas como el hombre que al mismo tiempo es biológico, psíquico, social, afectivo, racional. 4. Lo complejo, aquello que está tejido junto. En efecto dice que hay complejidad cuando son inseparables los elementos diferentes que constituyen un todo.
La educación debe ser considerada como una cuestión de Estado. La tendencia actualmente de parte de los organismos internacionales es la de favorecer la educación básica escolar, sin embargo la importancia de la educación superior se fundamenta en la posibilidad de generar y utilizar con provecho, nuevo conocimiento producto de las funciones universitarias de investigación y extensión. Este conocimiento, producto del vínculo cultural y científico con las comunidades, asociaciones, empresas, particulares, de nuestro entorno cercano, es el espacio natural para generar desde esta relación, la semilla de cambio institucional permanente y el impulso al desarrollo nacional.
Nuestras universidades nacionales, todas de alguna manera macro universidades, algunas inclusive por su matrícula, tienen raigambre social. Sus comunidades pertenecen a las elites de los Universitarios. Son miles las personas que honorablemente dependen de alguna manera formal o informal, social y económicamente de nuestras universidades autónomas.
En esa trama de vida que se compone entre otras cosas por mucha gente y por sus relaciones, está la fortaleza más grande que tenemos como universidad venezolana.
La participación transdisciplinaria, de esta comunidad universitaria expandida, pasa por el reconocimiento como parte de la misma, de todo personal que trabaje de manera formal en las universidades nacionales y que dependa de ella económicamente.
Esto parece no ser fácil de conseguir, pero imagine establecer una nueva relación no jerárquica entre profesores y estudiante o entre obreros y profesores, empleados y estudiantes entre la universidad y sus comunidades. Esto es posible sólo si conseguimos de alguna forma hacer participar desde el principio en nuestros proyectos de cualquier índole como universitarios y no exagero, a todo aquel que contribuya de cualquier manera a complejizar el proceso de investigación. Para ello debemos necesaria e indefectiblemente brindar las mismas oportunidades de participación a todo aquel que pertenezca al esfuerzo colectivo.
Al ser todo aquel que trabaje para una universidad sujeto pleno de derecho, haremos justicia a la propuesta transdisciplinaria. Esto significa por supuesto, un cambio en la cultura particular de cada universidad y de cada persona. Estoy seguro que descubriríamos otra aún mejor universidad.
En resumen, si el para que de la educación superior latinoamericana, pretende convertirse en la educación liberadora de Freire, debe atender en primera instancia las necesidades de nuestros pueblos, esto en relación dinámica con los aportes del conocimiento universal por supuesto, pero con el énfasis en los poderes creadores de nuestros hombres y mujeres.
Extensión Universitaria
Se entiende la Extensión Universitaria como una función preponderante en la actividad de la Universidad Autónoma Nacional. La Extensión Universitaria debe partir del vínculo Universidad Comunidad como una relación de doble sentido, en la cual la comunidad es un sujeto de problemas que al comprender la necesidad de obtener apoyo para desarrollar sus propias fuerzas creativas, ve a la Universidad como su aliado natural, pues encuentra que ésta tiene intereses complementarios a los suyos. Una política extensionista es aquella dirigida a fomentar y fortalecer la producción de conocimientos alrededor de las necesidades de la mayoría. Herramienta a su vez necesaria para propiciar el vínculo Universidad entorno, ese entorno disruptivo, impredecible y complejo, mucho más complejo que la universidad misma.
La realidad social del país reclama actores comprometidos con el cambio y la transformación, esta conciencia solidaria debe estimularse a través de la formación directa de nuestros estudiantes, en la complicada trama denominada realidad nacional. El país y su realidad, debe ser nuestra aula permanente.
El desarrollo institucional de la Extensión Universitaria, se puede convertir a través de su profundización, en un carburante para recuperar de la colectividad nuestro papel de conductores o facilitadores del cambio. Hablo de conducir y de facilitar, por que a eso es que creo que la universidad se debe dedicar en la Extensión.
Aligerar, inducir el cambio, considerar a la comunidad como el actor principal y a sus necesidades como prioridades, ofrecer resultados y rendir cuentas, son características obligatorias para la extensión.
Al mismo tiempo la extensión debe estar acompañada de manera indisoluble por la docencia, la investigación y la administración, todas alrededor de intereses comunes entre la comunidad y la universidad. Depende de la extensión universitaria y de su inserción en las comunidades nacionales, la posibilidad de aportar soluciones para el desarrollo futuro de nuestras sociedades.
Pero como lo establece Salcedo (13)
La función de extensión ha sido, dentro del conjunto de funciones que sintetizan la misión de la universidad, la menos estimada desde el punto de vista del prestigio y reconocimiento que proporcionan, y no ha contado con el apoyo institucional que merece.
La función social de la universidad y según García Guadilla (12), en referencia a la extensión universitaria advierte que ésta no debe ser de "añadidura" y expresa textualmente: "que debe constituirse en su razón de ser". Expresa igualmente que:
La Universidad Nacional esta montada sobre un modelo que responde a toda la tradición de la escolástica europea, en la cual la influencia del desarrollo científico basada primordialmente en los seres vivos y en la investigación denominada básica, conllevó a la creación de universidades donde la investigación y la docencia eran los pilares fundamentales.
La extensión universitaria y los procesos administrativos nunca fueron considerados como funciones básicas de la universidad. No es sino hasta ahora a principios del siglo veintiuno, cuando empezamos a superar las secuelas del racionalismo instrumental, cuando empezamos a considerar la necesidad de entender la pertinencia social de la universidad y que esta conjuntamente con el hecho administrativo, esta unido indivisiblemente a la investigación y a la docencia.
La presión existente sobre nuestras universidades de dar respuestas innovadoras ante las exigencias sociales de la actualidad, involucra aspectos que tradicionalmente se habían abordado por separado como por ejemplo: calidad, evaluación, pertinencia, gestión.
El análisis de la pertinencia social de la educación superior debe asociase a los conceptos de calidad y evaluación. Es precisamente a través del proceso de extensión universitaria, donde se produce esa unión entre la pertinencia social de la acción universitaria y la sociedad.
La extensión universitaria y según la Coordinación Central de Extensión de la U.C.V. 14 se define como:
La integración de las funciones básicas de la Universidad convertidas en respuestas universitarias a las necesidades de transformación de la sociedad venezolana, a través de un proceso de interacción participativa, que estimule la autogestión, mediante el fortalecimiento del conocimiento crítico del hombre, de los poderes creadores del pueblo y del crecimiento humano, contribuyendo a la transformación de la realidad circundante.
No es fácil incidir sobre la estructura centenaria de la universidad latinoamericana, sus raíces se encuentran muy profundamente arraigadas en cada uno de nosotros, como frutos que somos de la formación recibida en sus aulas.
El esquema parcelado de su funcionalidad, yace entronizado en los espíritus de sus dirigentes y de sus trabajadores.
Sin embargo, la educación superior tiene la responsabilidad histórica de asumir la vanguardia transformadora de la realidad social en nuestros países. Tiene los mecanismos institucionales para hacerlo. Pero hace falta un cambio radical en la manera individual y colectiva de pensar su inserción en la sociedad.
El desarrollo sostenible obedece a la necesidad entre otras cosas, de conservar para el futuro las posibilidades de desarrollo para las nuevas generaciones. Estas necesidades son conocidas en primera instancia por las propias comunidades y por sus individuos, es decir no, son sino los propios individuos los llamados a determinar de manera colectiva, que es lo conveniente desde el punto de vista del desarrollo para ellos y sus congéneres.
Es precisamente a través de la profundización del conocimiento de estas comunidades, que la universidad como organización con funciones netamente sociales, puede determinar que es lo que se debe enseñar a los estudiantes que pretendemos cumplan un papel de liderazgo en función de un desarrollo sostenible futuro.
Pero la preponderancia de las funciones de investigación y docencia sobre la función de extensión, ha logrado una enseñanza en parte disociada de la realidad y determinada por un supuesto conocimiento experto quién establece lo necesario ha ser enseñado para obtener un perfil del egresado cónsono con las exigencias científicas de turno. Sin embargo y a pesar de la difusión masiva de este tipo de aprendizaje a nivel mundial, el mismo no ha podido dar respuesta a las ingentes necesidades de las mayorías poblacionales y a las necesidades de conservación del medio ambiente.
Conclusiones
• El desarrollo sostenible se presenta como una estrategia conveniente para garantizar hasta cierto punto un mundo solidario y justo
• La educación superior cumple un papel fundamental en la formación de los futuros individuos, que apoyarán el desarrollo sostenible de las naciones
• La formación de estos individuos desde la educación superior, debe estar orientada por la necesidad de obtener un conocimiento pertinente
• La extensión universitaria es la función universitaria que podría formar mas integralmente a nuestros jóvenes
• La complejidad y el cambio son una constante en nuestras sociedades, es por eso que para las universidades se hace imperativo la necesidad de estar en constante contacto con esa realidad a través de la extensión universitaria.
• La estructura disciplinar resultado del Instrumentismo racional del positivismo, ha parcelado el conocimiento, y dificulta una visión holística de la realidad y de las necesidades de nuestra sociedad.
Bibliografía
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14. UNIVERISIDAD CENTRAL DE VENEZUELA (1995). Sistema de Gestión de la Coordinación Central de Extensión de la Universidad Central de Venezuela. Comisión de Extensión del Rectorado. Vicerrectorado Administrativo Dirección de Asesoría Administrativa. Caracas.